Thursday, April 11, 2013

Revisión de la politica



 

La observación desapasionada de la realidad permite suponer con cierto fundamento que existe una solapada conspiración contra la vida republicana.

Lo cierto es que la relatividad democrática constituye un lujo del que gozan sectores de los países integrados y desarrollados. Este novedoso sistema se funda en la solidaridad social, en el trabajo, en la voluntad de progreso, en el cumplimiento de las leyes y, sobre todo, en no repetir machaconamente estupideces, con la indecencia que exhibe un porcentaje importante de políticos,  sindicalistas y algunos medios de prensa que se han propuesto inventar su propia versión de la historia.
En los países subdesarrollados y moralmente desintegrados, los dirigentes obreros salen a la calle reclamando pan, y lo primero que hacen es quemar las panaderías. Por su parte los políticos padecen de una dispersión mental que les impide definir al adversario. En lugar de advertir que el enemigo es el atraso, la ignorancia, la corrupción, la prepotencia y la injusticia, suponen que el enemigo es Pepe, Luis, Mario o José.
Personalizan hasta la basura, juicio de valor que corresponde a las expresiones formales de muchos políticos que transitan al borde del abismo sin darse cuenta. En lugar de mirar a donde los conduce ese camino incierto, se dedican a renovar viejas querellas, antiguos rencores e inconfesadas frustraciones, consecuencia de una incapacidad visceral para la comunicación civilizada. Los medios son usados para hacer negocios mientras desinforman, calumnian, difaman y trampean sistemáticamente a sus lectores.
Estos son los parámetros que definen la naturaleza de quienes pretenden conducir el país y se auto proclaman clase dirigente. Lo grave, es que en algunos casos, esos políticos y empresarios que padecen de dispersión mental para el interés común, no para su interés individual , conducen parte de la realidad. A la otra parte, la mas amplia e importante no la conduce nadie.

La desintegración es notoria y por un fenómenos difícil de explicar la ausencia de unidad en todos los ámbitos, preserva del caos total. Se desarrollan numerosos y pequeños caos, limitados a ámbitos específicos, donde políticos, sindicalistas o empresarios se sumergen  en su propio negocio. Un negocio limitado, municipal y mediocre, sin perspectivas de convertirse en factor de gravitación nacional.
Existen pocas excepciones, de manera que resulta fácil interpretar la marcha de la historia. Cada día que pasa sin algún dato que permita verificar una cuota de progreso, implica una entusiasta y renovada marcha atrás, que conducirá, progresivamente, al tiempo de Irala.
Hasta que lleguen los invasores. Y estos están llegando.
El gobierno, sus amigos y sus enemigos, participan y naufragan en la misma bolsa mental. No advierten que cada día se acentúa la falta de credibilidad. Adentro y afuera de las fronteras, como se manifiesta en las reuniones periódicas del MERCOSUR.
De manera que la marginalidad, el aislamiento, opuesto a la posibilidad de incorporarnos a un proceso de cambio orientado hacia el mundo moderno, constituye el resultado de una penosa acción individual y comunitaria que alcanzamos con nuestro propio esfuerzo.
Esto, sí, la desintegración y el atraso, son objetivos que conquistamos sin ayuda de nadie.

  



  

EL ANDAMIAJE



No se crea que se trata de un artículo sobre ingeniería. Se trata de la institucionalidad, la que exige un andamiaje básico de la democracia para sostenerse. Ocurre que el sistema republicano y la economía de mercado no han servido para dar de comer a la gente ni para nivelar los desniveles económicos y sociales. Al contrario, parece haber acentuado esta condición perversa. Sin embargo la historia y la crónica diaria inclina a pensar que la cosa no funciona, no porque sus principios básicos sean equivocados, sino por la conducta errada de quienes manejan estos procesos. Conducta errada para la mayoría y acertada para las minorías, que se beneficien en la medida de que el sistema continúe funcionando mal. 
La reflexión tiene como punto de partida lo que ocurrió en hace años en Chile, como en otros países subdesarrollados. Si el sistema republicano no resuelve problemas, por lo menos nos preserva del caos y de la arbitrariedad de los dictadores. El andamiaje del que hablo es el sencillo sistema de la rutina eleccionaria, que permite terminar con un presidente o un grupo de políticos encaramados en el poder cuando se cumple el ciclo electoral. Si de pronto una muchedumbre sale a la calle para alterar ese ciclo y quiere que el presidente renuncie, se puedes estar seguro de que hay trampa.
Los cacerolazos en Chile devinieron en la dictadura de Pinochet. En Venezuela, la asociación de la derecha con algún sindicalista y los medios de comunicación, cuenta también, como ayer en Chile, con el padrinazgo de Estados Unidos. Venezuela es el principal proveedor de petróleo de Estados Unidos. Nuevamente el petróleo. Igual que en Irak. El presidente Bush podrá confundir al Papa con el Dalai Lama, pero tiene claridad conceptual en relación con los negocios de la familia. Volviendo al tema del andamiaje, conviene recordar que la estructura básica de la institución republicana se funda en el andamiaje rutinario que implica el cumplimiento de los plazos constitucionales, porque el macaneo anexo a la retórica democrática es discutible, incierto o simplemente no sirve para nada. De manera que pretender alterar esa mecánica en nombre de la democracia, constituye una farsa infantil. Cómica y trágica a la vez, como cuando Estados Unidos protesta porque las baterías anti aéreas de Irak respondían a sus bombardeos. Deben dejarse bombardear, y basta. En Venezuela querían echarlo a Chaves porque no era simpático al imperio y Venezuela tiene petróleo para quinientos años. En ocasión del golpe fracasado contra el presidente Chavez el único presidente que reconoció a los golpistas fue Bush. Los emperadores pueden permitirse hacer papelones, aunque manejen ocasionalmente el poder, merced a la donación de cuatrocientos inciertos votos que le fabricó a Bush su hermano, gobernador de la Florida.

 


EL ARTE DE LA GUERRA


Lo que tienen de común las guerras, cualquiera sea la oportunidad  o la región en que tienen lugar, es que nunca la razón que se exhibe para llevarlas a cabo, tiene relación con su verdadera motivación. La guerra de la cual habla el mundo, la de USA contra el terrorismo, constituye un ejemplo que conviene analizar, porque si bien se desarrolla por ahora a muchos kilómetros de distancia, de una manera u otra gravitará sobre nuestra vida.
El hecho es que las guerras de Irak o Afganistan son solamente  episodios localizados de una guerra global en la que estamos inmersos, que acentuó su violencia y su desparpajo en los últimos cincuenta años. Las motivaciones profundas que desencadenan las guerras, siempre fueron objeto de estudio por historiadores y politólogos, años después que finalizaron. Las que tenemos a la vista revelan sus objetivos con total desaprensión, ignorando muchos años de trabajo de la humanidad para crear condiciones de convivencia civilizada.
No hay que equivocarse. La guerra global tiene un gran escenario y millones de protagonistas.
En Colombia, país en guerra, la “ayuda humanitaria” norteamericana consistió en la provisión de armamento y alta tecnología represiva a las fuerzas paramilitares, responsables del setenta por ciento de los asesinatos y actos de terror. Las fuerzas paramilitares, aliadas con el ejército regular, se preocuparon por eliminar aldeas enteras, despojar de sus tierras a miles de campesinos y proteger la actividad de los traficantes de droga, como puede leerse en los informes de las organizaciones de Derechos Humanos, y en las investigaciones de las Naciones Unidas sobre la condición socio económica de los pueblos de América.
“Ayuda humanitaria” entonces, consiste en la multiplicación del terror y la violencia  Se cambia el sentido y el significado del lenguaje.
Estados Unidos fue el proveedor de armas de destrucción masiva a Saddan Hussein, que las utilizó para eliminar kurdos en la frontera norte y chiitas en la frontera sur, después de la primera guerra del golfo. El dictador iraquí seguía siendo un  buen  amigo de Estados Unidos a pesar de la Tormenta del Desierto. Cuando un grupo de oficiales de Irak propuso liquidar al dictador, fueron denunciados por los servicios de inteligencia norteamericanos y fusilados por Saddam Hussein.
El ejército turco también recibió “ayuda humanitaria”. Se benefició con la mayor provisión de armamento norteamericano, después de Israel, lo cual les sirvió para asesinar a no menos de un millón de kurdos en la frontera sur, sin mencionar la ocupación de tierras de campesinos, destrucción de casas, y genocidio profiláctico, actividades rutinarias en Palestina sobre las cuales informa la crónica diaria.
Leyendo los montos de las subvenciones a la producción agrícola en Estados Unidos, se descubre un hecho sorprendente. El ochenta por ciento de esas subvenciones benefician a los grandes comercializadores de materias primas alimenticias y no a los campesinos, pequeños o medianos, productores de esa materia prima. Esto significa que, en grados diferentes, el campesino en Estados Unidos padece las condiciones de cualquier campesino en Kurdistan, Paraguay, Irak o Timor Oriental. Si a esto le agregamos la lucha por el petróleo, tenemos la clave de una guerra que finalmente, introducirá al mundo en una grave crisis, sin que podamos tener la certeza de que los ganadores serán los mismos que hoy exhiben su poder, con una soberbia casi infantil.