Friday, September 28, 2012

CUAL ES EL FUTURO?


Un analista de la economía que pocos escuchan, dijo que “Un

país monoproductor, se suicida”. Esta es la clave para interpretar la negativa condición  de los  países subdesarrollados como el nuestro.  Si algún pronóstico puede arriesgarse es que en el futuro todo será peor.
Existe la fantasía, originada en una irracional pasión por lo mágico, que en algún momento los países industrializados del primer mundo, amenazados por su propia imprudencia advertirán que el futuro de Paraguay es fundamental para asegurar el futuro de occidente, y se preocuparan por acercarnos tecnología y recursos financieros, para producir el cambio.
Nada más ridículo. Los norteamericanos, y con ellos sus socios del primer mundo, están y estarán por bastante tiempo preocupados con este grano que les ha salido e incrementaron del terrorismo, y la crisis financiera internacional. No pensaran en otra cosa que no sea preservar la vida como la están viviendo, beneficiándose con los contrastes económico sociales que padecemos.
No se puede esperar un cambio de mentalidad de los dirigentes del primer mundo, y en el caso de que ocurra algún cambio, no será precisamente destinado a proponernos un futuro de prosperidad y libertad.
Al contrario. El dogmatismo material e intelectual que ejercitaron durante la guerra fría, será trasladado al terrorismo internacional. Buscaran asegurarse jefes de estado confiables, como lo fueron durante los últimos cincuenta años los dictadores más arbitrarios y crueles de América Latina.
Mientras tanto, la estructura del monocultivo extensivo, que expulsa de la tierra a los campesinos y favorece a unos pocos exportadores y a otros pocos importadores, seguirá vigente, amparada por la fácil y primaria filosofía de la globalización, que acentúa cada día la pobreza y perfecciona la desesperanza de los países que sobreviven como pueden.
Esto no es teoría. Basta recorrer los mercados para advertir que más del ochenta por ciento de los productos de consumo cotidiano, desde la comida hasta la ropa, son importados, mientras sobre una tierra fértil y privilegiada por la naturaleza, rodeada de dos de los ríos más grandes del mundo, transitan familias campesinas que carecen de un espacio para sembrar y subvenir a sus necesidades.
Cuando en un acto demagógico el gobierno reparte alguna tierra. el beneficiario en muchos casos, se apresura en venderla porque no sabe qué hacer con ella. Es como si nos  regalaran un cohete para ir a la luna sin instrucción previa.
Se ignora deliberadamente el hecho de que los alimentos para la comunidad, se originan en la labor individual de los campesinos. Pero nuestros campesinos sin tierra, al transitar en muchos casos junto a latifundios que son propiedad de titulares desconocidos, cuya actividad fundamental consiste en muchos casos en la especulación financiera local o internacional,  suponen que tienen derecho a ocuparlas aunque se trate de un acto reñido con la ley.
Los campesinos se convierten así,  en arbitrarios interpretes de una situación que consideran un crimen, como es mantener una estructura que pude terminar con la integración nacional y malversar la vida. Mientras tanto una comunidad de políticos y empresarios, esperan que mágicamente los países del primer mundo nos echen una poco probable mirada solidaria.
No se escucha a la iglesia, ni a los empresarios, y por  supuesto, tampoco a los políticos, expresar una propuesta inteligente para revertir esta situación, que conduce inexorablemente al caos.