Lo bueno que tiene la democracia con la “libertad de prensa” y la
libertad de opinión, es que se puede hacer una encuesta nacional sobre la
extraordinaria cantidad de monos sabios, ocultos bajo las tinieblas de la
dictadura, que hoy se exhiben con gran entusiasmo bajo el sol.
Es extraordinario y sorprendente. Un fenómeno creo único en el mundo, y
si no es así, pido disculpas por mi ignorancia.
Que los Estados Unidos de Norteamérica no puedan superar la crisis financiera,
que hace años se veía venir, según dicen los que saben, y que Obama apele a
medidas marxistas—leninistas para intentar resolverla, no es sorprendente. Si
los tecnócratas hubieran leído a Marx sin prejuicios, habrían descubierto que el
marxismo, poco tiene que ver con el comunismo, y se trata de un método de
interpretación histórica al que apela cualquier tipio serio, para saber lo que
ocurre y como va a terminar. Así sea el Papa o Stiglitz. Ahora Obama aplica el
marxismo para intentar, seguramente sin éxito, salvar un sistema cuyo pecado
original se funda en preservar los buenos negocios para los amigos.
Como Paraguay es un país precapitalista carece de crisis financiera.
Padece una crisis estructural que configura su condición de país subdesarrollado.
Esto es, la incapacidad de sostener un auto desarrollo sostenido.
Carece de recursos financieros y tecnológicos. Pero aún mas grave,
carece de Plan de Desarrollo económico y social.
A partir de allí se ignoran por desaprensión o ignorancia, razonables y
probadas metodologías destinadas a resolver los temas elementales: desocupación, falta de productividad,
de escuelas, salud, política exterior, industria, modernización de la
producción agrícola ganadera, etc., datos que configuran la condición del
subdesarrollo cuidadosamente ignorados como temas de discusiones y análisis,
fundados en estudios serios.
Los monos sabios se expresan tangencialmente en un rico macaneo
imaginativo, que los medios repiten machaconamente sin actitud crítica. Parece
suficiente llenar las paginas de los diarios y los espacios radiales y
televisivos, sin explicar nada, entre avisos comerciales sobre como reducir la
cintura, cuidar el peso y el movimiento del pelo de señoras y señoritas o como
ser más eficientes en la limpieza de la cocina y la ropa.
Asistimos a la proliferación de ignorantes monos sabios, seriamente
preocupados en conocer el significado de la grave circunstancia de que el
presidente vuele en un avión privado, a una cita internacional, que se dedique
a recomponer la imagen del país, utilizando un montón de horas que debería
dedicar a escuchar a los postulantes a cargos públicos de gente con
extraordinarios valores reconocidos por su mamá o sus amigos que esperan
participar de alguna manera en el suceso. Otros lúcidos ingenieros hidráulicos
aficionados, indican con profusión informativa de los medios serios, que se
debe hacer con Itaipú, Yacyretá o el río Paraná, para recuperar la dignidad
nacional, sin recordar el porqué de los cortes de luz, ni que Asunción vive un
oscurecimiento de guerra permanente.
Nunca “los monos sabios” están de acuerdo con las designaciones de los
funcionarios, sean buenos o malos, lo sabremos cuando estén en funciones, no
antes, y los argumentos recorren un catálogo de objeciones que van desde el
recuerdo de que una vez en segundo grado de la escuela elemental fue aplazado
en aritmética (ignorando que esto constituye una prueba de inteligencia) o
porque se sospecha que compró el auto nuevo con el dinero que le robó a la tía
de la mesa de luz. Una objeción realmente comprensible porque en nuestro país,.
nadie jamás, históricamente probado, se ha quedado alguna vez con recursos
ajenos.
Los monos sabios se asombran de que el gobierno no haya resuelto los
sencillos problemas que se arrastran desde la guerra de la triple alianza,
cuando cualquiera de ellos (Los MS) tienes fórmulas idóneas para multiplicar la
producción, terminar con la desocupación, mejorar los niveles de cultura de la
población (campesina y urbana), terminar, con el contrabando, la trata de
personas, la depredación ambiental, el tráfico de drogas, la especulación
bancaria, la recuperación de
millones de dólares que las buenas gentes honestas preservan fuera el país,
para no contaminarse con el “populismo”, expresión que inventaron los círculos
de corrupción internacional y locales, para anatematizar a quien pretende
desarrollar políticas destinadas a
terminar con la ignorancia, la miseria, la injusticia, el hambre, y la
violencia social determinada por la discriminación y la avaricia.
Basta revisar los medios de comunicación, las declaraciones y
manifiestos de instituciones empresarias, partidos políticos, grupos sin
tierra, sin techo, sin auto, sin club de golf, sin herencia de la tía rica
que donó su fortuna a los
salesianos, para descubrir que los monos sabios ocupan la escena nacional,
alentados por los monos sabios extranjeros que hoy no tienen idea e como resolver la crisis mas grave de su
historia. Tal vez repitiendo los mismos errores.
Que Dios nos ayude, si es cierto lo que dice el padre Agustín, que
investiga lo que saben los jesuitas sobre los milagros divinos, y sobre la
misteriosa proliferación de los monos sabios.
El sistema más sencillo al cual se apela para explicar los problemas que nos preocupan, consiste en encontrar
culpables. Verdaderos o falsos.
Es irrelevante saber si verdaderamente el nombre elegido tiene relación
con el problema y si verdaderamente es responsable. La gente necesita condenar
a alguien para estar más tranquila. O tal vez para canalizar sus broncas,
originadas o no en el problema en cuestión.
Y esto ocurre porque la gente no tiene a quien apelar cuando algún
problema comunitario le afecta su vida.
La teoría del sistema republicano señala que los legisladores son los
representantes el pueblo. Esta es una de las ficciones del sistema democrático
de gobierno.
El pueblo no tiene quien lo represente porque el legislador representa
solamente a su partido político. Más aún. Ni siquiera a su partido, sino a la
cúpula de dirigentes que ejercen el poder en el partido.
La gente no vota a sus
representantes, sino al partido, y como ese conjunto de personas constituye
para el ciudadano común una especie de abstracción, es correcto deducir que el
pueblo no esta representado por los legisladores.
Tampoco por el partido, porque en el partido se eligen las autoridades
en la interna, que consiste en manipular con habilidad los padrones en las
seccionales o comités.
En muchos casos ni siquiera esto es necesario. Basta que se junten un
grupo de amigos con poder en las seccionales, quienes dibujarán la lista que
competirá en la interna.
Competir es una expresión que refleja una realidad a medias.
A partir de ese resultado los que ganan la interna hacen la listas de
diputados y senadores. ¿Usted los conoce? Probablemente escuchó el nombre en la
radio, o lo leyó en un diario, o no lo escuchó nunca, ni tiene la menor idea de
donde salieron.
Bueno, si sabe de donde salieron. Del partido. Pero difícilmente lo
conocerá personalmente. Tampoco conocerá sus antecedentes, lo cual puede ser
una buena cosa En muchos casos no
conocer los antecedentes es bueno, para no sumergirse en el horror.
Este razonamiento me lleva a concluir que el pueblo no tiene
representantes. Y es así porque el pueblo no participa de la selección ni de la
elección de los candidatos. Eso es
tarea de la cúpula.
Si usted tiene un problema
y quiere apelar a su diputado, se enfrenta a una misión imposible. Usted no
sabe quién es su diputado, no tiene recursos para identificarlo, y su
delicadeza personal le impedirá molestar a ese salvador de la patria,
misterioso y desconocido, dedicado las 24 horas del día a trabajar. ¿Para
quién? Para la patria, seguramente.
Esto podrá ser cierto o no. De lo que podemos estar seguros es que a
través de este sistema de elección de legisladores, no estamos representados de
ninguna manera, de donde, la participación de la comunidad en la actividad del
gobierno a través de sus representantes, como dicen los textos, constituye uno
de los mitos mejor preservados por los que mandan.
Mentiras, mentiras, no tienen
perdón, dice una canción. Por suerte existen los monos sabios. No
explican nada porque no es necesario. Lo grave es que parece no importarle a
nadie. Bueno, a nadie no, solo a los que medran tranquilos mientras todo siga
igual. Y los otros? Los otros no existen, solo anda por allí. Desde hace muchos
tiempo. Los monos sabios todavía no los descubrieron. Si los descubrieran no
sabrían que decirles.