Thursday, April 11, 2013

EL ARTE DE LA GUERRA


Lo que tienen de común las guerras, cualquiera sea la oportunidad  o la región en que tienen lugar, es que nunca la razón que se exhibe para llevarlas a cabo, tiene relación con su verdadera motivación. La guerra de la cual habla el mundo, la de USA contra el terrorismo, constituye un ejemplo que conviene analizar, porque si bien se desarrolla por ahora a muchos kilómetros de distancia, de una manera u otra gravitará sobre nuestra vida.
El hecho es que las guerras de Irak o Afganistan son solamente  episodios localizados de una guerra global en la que estamos inmersos, que acentuó su violencia y su desparpajo en los últimos cincuenta años. Las motivaciones profundas que desencadenan las guerras, siempre fueron objeto de estudio por historiadores y politólogos, años después que finalizaron. Las que tenemos a la vista revelan sus objetivos con total desaprensión, ignorando muchos años de trabajo de la humanidad para crear condiciones de convivencia civilizada.
No hay que equivocarse. La guerra global tiene un gran escenario y millones de protagonistas.
En Colombia, país en guerra, la “ayuda humanitaria” norteamericana consistió en la provisión de armamento y alta tecnología represiva a las fuerzas paramilitares, responsables del setenta por ciento de los asesinatos y actos de terror. Las fuerzas paramilitares, aliadas con el ejército regular, se preocuparon por eliminar aldeas enteras, despojar de sus tierras a miles de campesinos y proteger la actividad de los traficantes de droga, como puede leerse en los informes de las organizaciones de Derechos Humanos, y en las investigaciones de las Naciones Unidas sobre la condición socio económica de los pueblos de América.
“Ayuda humanitaria” entonces, consiste en la multiplicación del terror y la violencia  Se cambia el sentido y el significado del lenguaje.
Estados Unidos fue el proveedor de armas de destrucción masiva a Saddan Hussein, que las utilizó para eliminar kurdos en la frontera norte y chiitas en la frontera sur, después de la primera guerra del golfo. El dictador iraquí seguía siendo un  buen  amigo de Estados Unidos a pesar de la Tormenta del Desierto. Cuando un grupo de oficiales de Irak propuso liquidar al dictador, fueron denunciados por los servicios de inteligencia norteamericanos y fusilados por Saddam Hussein.
El ejército turco también recibió “ayuda humanitaria”. Se benefició con la mayor provisión de armamento norteamericano, después de Israel, lo cual les sirvió para asesinar a no menos de un millón de kurdos en la frontera sur, sin mencionar la ocupación de tierras de campesinos, destrucción de casas, y genocidio profiláctico, actividades rutinarias en Palestina sobre las cuales informa la crónica diaria.
Leyendo los montos de las subvenciones a la producción agrícola en Estados Unidos, se descubre un hecho sorprendente. El ochenta por ciento de esas subvenciones benefician a los grandes comercializadores de materias primas alimenticias y no a los campesinos, pequeños o medianos, productores de esa materia prima. Esto significa que, en grados diferentes, el campesino en Estados Unidos padece las condiciones de cualquier campesino en Kurdistan, Paraguay, Irak o Timor Oriental. Si a esto le agregamos la lucha por el petróleo, tenemos la clave de una guerra que finalmente, introducirá al mundo en una grave crisis, sin que podamos tener la certeza de que los ganadores serán los mismos que hoy exhiben su poder, con una soberbia casi infantil. 

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