La juventud tiene la particularidad de
conciliar el orden con el desorden, según surge de las manifestaciones de los
estudiantes del Colegio Nacional, durante la semana. Dijeron que pretendían un
orden administrativo, alterado por el director del colegio.
Para recuperar ese orden, los estudiante
apelaron al desorden. Parece una contradicción, pero no es así.
La juventud siempre se expresa
multitudinariamente porque forma parte de su naturaleza. Si las instituciones
funcionaran correctamente, los estudiantes hubieran hecho una denuncia en el
Ministerio de Educación, o en la contraloría General del Estado, para que se
investigara la conducta del director. Esto hubiera ocurrido si los estudiantes
confiaran en las autoridades del Ministerio de Educación. Parece que no es así.
De eso se trata. Los estudiantes no confían
en el orden administrativo. Descreen de las instituciones, y lo manifiestan
públicamente. Creen que es mas eficaz sentarse en la avenida impidiendo el
tránsito, que procurar una investigación de las autoridades de educación, que
transitará inevitablemente por el túnel del tiempo.
Nadie puede culparlos, aun cuando la protesta
no se justifique, como ocurrió cuando se opusieran a que una profesora mujer
dirigiera el colegio. Es difícil entender la anacrónica misoginia de los
estudiantes, seguramente convencidos
de que la capacidad intelectual y la idoneidad académica radica en el
sexo y no en el cerebro.
Lo cierto es que también los jóvenes fueron
parcialmente protagonistas del episodio de marzo del 99, cuando los mercenarios
los acribillaron a tiros. Al día siguiente se impuso un silencio cómplice, y
muchos actores transitaron por las calles, sin asumir la responsabilidad del
crimen .
Es natural entonces que los jóvenes sean
escépticos frente a las
instituciones. La impunidad genera
desaliento, frustración y estimula los hechos violentos, como natural reacción
a la impotencia.
La actitud agresiva de los jóvenes, tiene
como punto de partida la incapacidad y venalidad de la administración de
justicia. En la negligencia moral de los políticos, en la distorsión de la
realidad por parte de alguna prensa que con cínica frialdad intenta
convertir a las víctimas en victimarios, y a los asesinos en fantasmas
inexistentes.
Me pregunto que idea de la justicia, de la legalidad y de la
decencia pueden tener los jóvenes, testigos impotentes de la corrupción de una
decadente clase dirigente, desinteresada del futuro de la Nación.
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