Cuando no se
sabe manejar el presente, se acude a buscar culpables en el pasado. Esta es la
constante de los mediocres, que no aprended de los lideres desaparecidos. Lo
cierto es que el talento político y la inteligencia no son necesariamente
hereditarias, ni se adquieren por mera presencia.
Una condición fundamental
del talento político es saber definir al adversario. No dividir, ni restar,
cuando hay que sumar. La torpeza en estas circunstancias límites no tiene
retorno, y revelan las limitaciones de quienes manejan azarosamente el poder,
aunque sea en pequeños retazos de la realidad nacional.
Así las batallas menores,
fundadas en el resentimiento, generalmente conducen a las grandes derrotas.
Solo que esas derrotas, cuando se trata de trata de un vacilante proceso
político las pagamos todos. Los que nos dimos cuenta y los mediocres que las
provocaron.
Esto dice el maestro Tsun
Tsu, teórico de la guerra y la paz en uno de los clásicos de la historia política
y militar de China. El pensamiento del maestro, desarrollado hace mas de cuatro
mil años, tiene absoluta vigencia, y propongo que se incorpore, como libro de
lectura obligatoria en los colegios. El objetivo es trasparente. Que los niños,
cuando sean hombres, y se incorporen a la actividad política, no incurran en
las mismas tonterías sectarias, menores y mayores, que hoy llevan a cabo los
que por accidente conducen parte de la historia.
A veces pienso que nuestro país no anda mal
por los malos, sino por los mediocres. Los que no son capaces de definir el
camino correcto. Estos personajes, productos del azar de la crónica política,
reaccionan frente a su propio desconcierto, con la natural falta de
inteligencia y carencia de formación intelectual que es previsible. Buscan
chivos expiatorios en el pasado, y si nos los encuentran, los inventan para
ocultar la incapacidad de manejar y controlar la realidad. Los pàrlamentos analizan casi
siempre la posibilidad de desaforar al presidente.
El presidente se defiende
comprando legisladores, que son bastante baratos. Un juego de los corruptos
destinado a superar la corrupción. Parece un chiste. Las paradojas de la historia.
Como decía la tía Edelmira,
si no lo veo, no lo creo.
Tal vez conviene detener el
tiempo y analizar la historia personal de todos los que participan en el poder.
La historia pública y secreta. Una manera de terminar con la conspiración de
silencio, para desmontar del caballo de la historia a los falsos héroes. Sería demasiado duro. Mejor
echar un manto de olvido sobre la mediocridad, para evitar al país una
vergüenza nacional. Ya tenemos demasiadas
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