Existe la
vieja convicción de que las opiniones se forman según el color del cristal a
través del cual se mira la realidad. Como todos los lugares comunes, esto puede
ser cierto como equivocado.
Depende de que el cristal
este limpio o sucio, este empañado o tenga algún desperfecto físico. Después de
verificar estas posibles
anormalidades, puede ocurrir que
se mire a través el cristal y no se vea nada, lo que significa que no se
entiende nada.
Este es el caso. El problema
es amplio y complejo.
No todos los que compran el
diario lo leen. La radio suele escucharse fragmentariamente en los cortos
viajes en auto por la ciudad y la televisión, a la cual la gente le dedica mas
tiempo, carece de la posibilidad de explicar lo que pasa, porque los problemas
y las ideas difícilmente tienen una representación gráfica. Se puede mostrar la
imagen de un campesino pobre, pero no se puede mostrar la imagen del problema
para saber por que ocurre y como resolverlo.
La gente en general no lee
libros, y la información telegráfica y deformada que trasmiten los
comunicadores, se erosiona mas aún como consecuencia de la falta de formación
intelectual de esos comunicadores. La posibilidad de que la gente acceda
verdaderamente al conocimiento de lo que ocurre es una mera fantasía.
En el mejor de los casos,
quien compra un diario lee solamente los títulos, sin advertir que en la mayor
parte de los casos existe un divorcio, sutil o absoluto, entre ese título y el
texto del artículo que lo continúa.
Esta condición de la
ignorancia, de la desinformación o
de la sub información como dicen los sociólogos, se relaciona con el hecho de
que cualquier macaneador limite sus discursos a enunciados telegráficos,
grandilocuentes y llamativos, porque nadie tiene la oportunidad de pedirle
explicaciones, con el objeto de
trasladar su inquietud, de un interés emocional a un conocimiento inteligente.
Esta condición de la vida
política y periodística necesariamente se funda en la distorsión de la
realidad, muchas veces en la mentira, en un balbuceo retórico o en el mejor de
los casos en una ignorancia inocente, con consecuencias no inocentes, porque
agreden las condiciones básicas de lo que debe ser la comunicación en una
comunidad civilizada.
Muchos suponen que es
indispensable introducir la informática para sacar a los jóvenes y no jóvenes
de la ignorancia. Tengo serias dudas de que sea cierto. La cibernética, la
televisión y aun la radio o algún sector
del periodismo escrito constituyen solo instrumentos.
Su orientación intelectual
puede ser la que escuché de un viejo jefe de redacción. Dijo: “Ya saben cual es
la norma de este diario. Haz mal sin mirar a quien. Es necesario vender
ejemplares, de cualquier manera, para aumentar la publicidad.”
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