Hernán
Cortés fue un buen soldado, un astuto político y un entusiasta conquistador.
También un inteligente operador de bienes raíces. Instaló ciudades y desarrolló
áreas del territorio conquistado, eligiendo los lugares más bellos y
estratégicos de la Nueva España, para que, después de mucho sufrimiento,
heroísmo y una trágica alegría creadora, se convirtiera en la república de
México.
Acapulco,
paraíso desde el cual los recuerdo con melancolía, fue una de sus genialidades.
Cortés ganó con justicia el titulo
de Marqués del Valle de Oaxaca, donde esta Acapulco, por lo cual existe Puerto
Marqués que recuerda al señor del territorio.
La
condición de república de México es institucional, reconocida y dinámica, pero
su concepto profundo no es todavía demasiado claro. Ocurre que la disputa entre
conservadores y liberales. resuelta luego de varias guerras terribles y a la
vez integradoras, de triunfos y fracasos de ambos bandos, parece ignorar el
período anterior a la conquista española. Institucionalmente y culturalmente
los mexicanos fingen haber olvidado tres mil años de civilización precolombina
que curiosamente esta presenta en la vida política, cultural y psicológica del
pueblo que en lo profundo de su ánimo ama sus ancestros, los respeta y los
recuerda de todas las maneras posibles.
Me
atrevo a decir que, sin conocer tanto como desearìa este país inagotable, los
criollos perdieron parcialmente la partida, aunque ejerzan parte del poder. Se
impusieron los mestizos y los indios, lo cual confiere al país grandeza, fuerza
e imaginación creadora, condiciones que lo convirtieron en potencia económica y
cultural, aunque muchos de sus dirigentes políticos, y manipuladores económicos
quieran ignorarlo..
El
estado de Guerrero, donde Cortes fundó Acapulco, vivió la semana pasada una
elección para elegir gobernador y otras autoridades, que refleja con nitidez el
país que fue y el país que adviene, por la fuerza indomable de su historia. El
gobernador ganó por 19 mil votos en un comicio en el cual se supone que hubo
mas de 70 mil votos comprados, por lo cual su legitimidad es discutible.
Aceptada en un raro consenso que confía en un futuro que terminará aventando
los viejos métodos y trampas de una política tortuosa operada, cada vez en
menor medida, por caudillos que
representan la ambigua formalidad institucional.
Acapulco ofrece la fisonomía controvertida y apasionante
de la historia de México. La cultura precolombina ancestral y viva, los rastros
de las guerras civiles entre conservadores y liberales, el afán de la iglesia
por prevalecer, los resabios de varios imperios fracasados, y la más
extraordinaria explosión económica y social. Se introduce impetuosamente en el mundo de la tecnología y
el progreso para todos, cualquiera sea el color de su piel o sus convicciones
religiosas.
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