Tuesday, March 19, 2013

EL PROBLEMA DEL ALGODÓN.



El Ministro de Agricultura confiesa que no encuentra solución al problema del algodón. Si fuéramos mal intencionados diríamos que el ministro es un simulador. El ministro sabe perfectamente que el problema del algodón consiste en la pobreza de los productores campesinos, como consecuencia de que son  explotados desde hace  muchos años por las desmotadoras.
Y el ministro lo sabe porque también, durante muchos años, fue  gerente de CADELPA, la entidad que agrupa a las desmotadoras de algodón. Por eso no creo en su supuesta ignorancia para encontrar soluciones, ni en su inocencia con respecto al problema. 
La producción de algodón, un negocio próspero en cualquier lugar del mundo menos en Paraguay, se convirtió en un negocio puntual de los proveedores de semillas y agroquímicos, que el gobierno paga.
Generalmente el gobierno, o sea el ministro de agricultura, compra más de lo que se necesita para sembrar, porque allí precisamente radica el negocio. El ministro lo sabe porque fue vendedor, como gerente de cadelpa y ahora es comprador como ministro. Es decir que el gobierno viene subsidiando a las desmotadoras a costa del pueblo todo y de los campesinos algodoneros en particular, que son sistemáticamente robados en oportunidad de la venta del producto. ¿Por quien? Por los acopiadores que trabajan para las desmotadoras.
De manera que se compra más semilla de la necesaria, muchas veces de muy mala calidad y se compra también una abundante cantidad de agroquímicos  innecesarios.
La semilla comprada en exceso por el ministro, así como por su antecesor,  que llevó el negocio a niveles sin precedentes está abandonada en depósitos del Ministerio y constituyen verdaderas bombas de tiempo.
Ocurre que esa semilla que ya no sirve, esta tratada con agroquímicos, esto es veneno, lo cual la define como una peligrosa acumulación de basura tóxica.
De manera que si el ministro con su sabiduría sobre el tema se hubiera preocupado por cambiar la situación, el algodón podría haberse constituido en un buen negocio para los agricultores y para todo el país. No tuvo interés de hacerlo. O está tan preso de los intereses a los cuales estuvo vinculado profesionalmente durante muchos años, que carece de libertad de acción para hacer algo constructivo revirtiendo el proceso.
Por eso este estilo plañidero y escéptico que expresa sobre el destino incierto de la producción de algodón resulta poco convincente, para decirlo con cierta prudencia.
Acabo de leer que su desaliento sobre el tema algodonero ahora se extiende a las tierras expropiadas a Anteví, y reflexiona penosamente que no se sabe que hacer con ellas, porque se carece de recursos para hacer una explotación racional.
Se me ocurre que si el ministro compra semillas y agroquímicos innecesarios, para que sus amigos hagan buenos negocios, y no intenta modificar el sistema de comercialización que expolia a los campesinos, y termina recitando su impotencia para cambiar la situación, debería marcharse a su casa.
Finalmente, nadie le pedirá cuentas sobre su inoperancia. Ocurre en todas las instancias del gobierno, de manera qu

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