Los slogans
políticos sobreviven a las
realidades políticas. Son fáciles de recordar, se incorporan como lugares
comunes indiscutibles y permiten a cualquier ignorante hablar como mono sabio
sobre cosas que desconoce.
Esto se observa cada día en
los medios de comunicación, y en su complemento de medio pelo que son las
encuestas de opinión. Ocurre que la encuesta se funda en obtener respuestas de
la gente sobre temas cuya naturaleza ignora, a partir de preguntas organizadas
por otra gente que padece de las mismas limitaciones culturales, sobre los
temas a los cuales pretende referirse la encuesta. Se trata mas o menos de la
misma mecánica de los "micrófonos abiertos” en las radios donde cualquiera
opina sobre cualquier cosa, demostrando generalmente una absoluta
ignorancia a la cual hay que
agregar una malévola intención, y el resultado de un negocio privado con quien
paga el tiempo y la llamada con el objeto de crear opinión.
Sería incorrecto decir que
estos hechos integran la naturaleza de las crisis, pero sin duda constituyen
una expresión de las mismas porque
se proponen distorsionar la realidad, evitando bucear en el fondo de los
problemas. Se trata de la superestructura de la superchería y el macaneo de lo
cual participan periodistas, economistas, políticos, empresarios y funcionarios
con la misma vehemente y común voluntad de no aceptar la realidad.
Si proponemos problemas de
medicina a los plomeros, o problemas de ingeniería a los políticos se
obtendrán resultados semejantes a
los que se obtienen en las encuestas, porque aplican la misma mecánica de
investigación.
El ejemplo más sencillo
consiste en adjudicar el origen de las crisis financieras a la corrupción de
los banqueros. El hecho de que no sea así, no significa que los banqueros no
sean corruptos.
Por supuesto lo son, en
mayor o menor medida, pero se supone que lo que quieren es preservar el negocio
para que continúe y no liquidarlo, transfiriendo la acción del código de
comercio al código penal.
La crisis financiera fue la
consecuencia de la estructura económica subdesarrollada del país, de la
incapacidad de producir los bienes que necesita vender, con el objeto de
generar los recursos destinados a comprar. Esto es subdesarrollo económico
social, que en nuestro caso es estructural y profundo, de manera que suponer
que la crisis financiera podía resolverse con el pago a los ahorristas
burlados, es una pretensión insólita que margina cualquier razonamiento.
Acabo de leer las recetas
del FMI y estoy asombrado. Lo
mejor que se puede decir de los técnicos internacionales es que carecen de
imaginación o les resulta más fácil copiar los viejos planes que han fracasado
tantas veces, que pensar un poco, interesarse por la realidad y proponer planes
imaginativos e inteligentes, fundados en la naturaleza económica y social del
país.
Lo preocupante es que los
empresarios, los tecnócratas nativos, los comunicadores y el zonzaje en general
aplaudirán el plan y buscaran un chivo emisario para culparlo por la crisis.
Posiblemente el ministro de economía o el presidente. O tal vez el General
Bernardino Caballero. ¿Porque no el Mariscal López o Gaspar Rodríguez de
Francia? ¿Quién convendrá más para tener tema durante la semana que viene?
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