Tuesday, October 28, 2008

A PROPÓSITO DE LA VIOLENCIA

Un abogado explicó a un cronista de radio, que el abogado de la parte contraria en un juicio por estafa, era un “inmoral, corrupto e ignorante. etc. etc.” Me interesó saber quien era el beneficiario de esos calificativos y porqué, de manera que seguí escuchando.
El tema era el siguiente: para que se realice una audiencia el juez establece día y hora. El que contestaba el reportaje y se refería al abogado contrario en términos tan enérgicos, llegó veinte minutos antes a la audiencia y convenció al secretario de que iniciara el interrogatorio de su cliente.
Cuando llegó el abogado demandante protestó ante el juez. Dijo que los horarios debían cumplirse, porque el demandado había declarado sin su presencia. Esta ligera o importante controversia legal, se tradujo en una variada gama de calificativos violentos que escaparon al análisis académico del problema. No me parece que corresponda a la terminología que debe emplear un auxiliar de la justicia, como se les llama eufemísticamente a los abogados.
En lugar de la ley, el garrote. Aunque se trate de un garrote verbal.
A partir de este complejo de violencia verbal se pueden hacer variadas reflexiones, pedestres y sencillas, sin entrar en interpretaciones sofisticadas sobre complejos de inferioridad.
No es indispensable recordar que el papá no lo quería, que la mama le pegaba y se iba a dormir sin darle un beso, que su mujer miraba al electricista con ojos tiernos, que en realidad en su infancia no estableció muy bien las diferencias entre hombres y mujeres y ahora tampoco, etc. etc.
La violencia verbal tiene muchos y variados orígenes. Los que si puede decirse es que no sirve. No logra su propósito. Suponer que la violencia como metodología de amedrentamiento da buenos resultados es tan pueril e inmaduro como suponer que el que discrepa con nuestro pensamiento es un retrasado mental(aunque pueda serlo, pero no por eso) o este comprado por el que piensa de manera diferente (aunque esto pueda ser cierto, pero no invalida los conceptos ni el valor de las palabras).
La violencia verbal genera una especie de surrealismo que termina siendo no creíble aún para los que la producen.
El dramatismo de la agresión semántica se convierte por obra de la repetición y el absurdo en un tema cómico.
En este punto, lo que hay que evaluar es de que manera esa violencia perturba la vida ciudadana, cual es su ámbito y de que manera afecta el sutil equilibrio de cualquier proyecto de vida civilizada, después de muchos años de violencia represiva, enfrentamientos y amenazas como perverso sistema de convivencia.

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