Tuesday, February 21, 2012

SIMPLES REFLEXIONES SOBRE EDUCACIÓN Y CULTURA

Difícil hablar de educación, y como consecuencia de cultura en un tiempo que vive en permanente crisis de valores. La expresión crisis no implica necesariamente una condición negativa, porque también señala crecimiento. Paraguay y el mundo en general, procuran cada día destruir valores relativos que definieron la fisonomía de la sociedad. Estos valores no son claramente conocidos y aceptados por un sector importante de la comunidad. Fueron asumidos por las clases dirigentes.

Hoy no es así. La estructura de valores que de alguna manera estableció las pautas con las que se relacionó la comunidad fue erosionada y destruida por la especulación, la ambición, la discriminación, el abuso de poder y el acceso a la conducción de la sociedad de personas sin formación.

La educación no implica solamente el necesario relacionamiento

entre maestros y alumnos. Depende de la formación intelectual del maestro y la metodología aplicada para mejorar su condición docente, así como de la calidad intelectual de los alumnos.

El proceso de formación cultural es interactivo, aunque de una manera general los docentes no lo perciben de esta manera. El problema es que en general los docentes no están adecuadamente formados para ejercer su tarea y los alumnos llegan al colegio con la mente suficientemente deformada por la televisión, los prejuicios, el medio familiar, y la ausencia de datos formativos.

Su mente es una esponja que no discrimina, e incorpora toda la in formación, generalmente mala, que provee la calle, los amigos, y la familia.

Para abrirse paso en esa maraña de desinformación cultural, el maestro, maestra o profesor deben estar adecuadamente dotados y formados. Indispensable para aventurarse con solvencia en ese desierto, como consecuencia de que los integrantes de las propias familias carecen de interés, u oportunidad para enriquecer su mente o son víctima de la negligencia. Cualquiera sea su nivel social o económico también se formaron o deformaron en un ámbito reñido con la cultura.

Hacemos un análisis de la conducta de la mayor parte de la población, aceptando que hay excepciones, no muchas, que no invalidan por su número relativo la conclusión general.

Es lógico entonces que jóvenes y adultos padezcan de un universal desinterés por la lectura, lo que genera desinterés por el conocimiento. Los hijos, de alguna manera imitan a los padres. La responsabilidad entonces se reparte entre padres, relativamente ignorante y desinteresados por la cultura, maestros con mala formación elemental y la influencia de los medios de comunicación, particularmente la televisión, instrumento perverso, destinado, según su utilización, a destruir la mente de niños y adultos.

Esta reflexión involucra a los medios gráficos, conducidos y producidos por quienes se autodefinen arbitrariamente como periodistas profesionales, Estos transfieren limitaciones culturales, muchas veces una sólida ignorancia, así como ausencia total de principios éticos, a los lectores que no se limitan a leer avisos comerciales.

Como consecuencia, la población es analfabeta o medianamente analfabeta. Saber leer y escribir, fenómeno no generalizado, constituye un relativo progreso, que no significa introducirse en el mundo de la educación. Pero es un primer paso orientado hacia el acceso a la cultura.

La condición mediocre de la educación, alcanza a los profesionales, situación que se revela en la simple lectura de sus informes y proyectos. Más allá de la lectura y la escritura existe la verdadera educación y la cultura.

Los gobiernos, estimulados por funcionarios del área de la educación, y por directivos de empresas vendedoras de equipos, suponen, equivocadamente que se puede resolver el problema de la falta de educación, con la introducción de elementos mecánicos como las computadoras.

Alientan el mito de que entregando a cada estudiante una computadora, se llegará, por obra de la natural dinámica de los hechos humanos a terminar con el analfabetismo. Se propone entonces la formación de analfabetos funcionales. Sabrán leer y escribir sin mayores problemas, porque finalmente, las faltas de ortografía las corrige la máquina. Algunos llegarán a técnicos en computación, tan ignorantes como cuando tomaron contacto con el instrumento, en el que depositaron sus esperanzas los profesionales de la educación, para los cuales, la cultura sigue siendo un misterio insoldable.

La computadora es una máquina, en principio vacía. Alimentada por fabricantes o distribuidores con programas con diversos sistemas operacionales, indispensables para su funcionamiento.

Puede compararse con un automóvil moderno bien concebido. Sirve para trasladarse o para estrellarse. Depende de quien lo opere. Sin duda, manejar una computadora constituye un hecho cultural tan importante como saber manejar el cuchillo y el tenedor, para comer cada día. Cuando hay oportunidad de comer cada día.

Para introducirse con solvencia en el mundo de la cibernética, particularmente en países con amplios márgenes de pobreza, profesores y funcionarios, deben tener resuelto el tema de la comida. Para que la computadora cumpla, aún parcialmente, su objetivo de instrumento de educación. Constituye una proeza introducirse al mundo de la cultura con el estómago vacío.

De otra manera los estudiantes son precipitados a la mayor desorientación. Lo que constituye también un hecho cultural, lamentablemente demasiado frecuente.

Los filósofos han concluido que cultura es todo lo que constituye la actividad humana. Estudiar, comer, hacer el amor, procrear, casarse o todo lo contrario, hacer deporte, trabajar, vestirse, crear, hacer la guerra, construir o destruir. Todo es cultura. Se puede enfrentar y analizar con absoluta asepsia, académicamente, o descubrir los hechos culturales que sirven al desarrollo de la mente y coadyuvan a la libertad creadora de la inteligencia.

Alcanzar niveles culturales que agreguen un valor positivo e inteligente a la comunidad, no es fácil. Lo más grave es el acceso a la parcial conducción del pueblo de quienes por soberbia e ignorancia se suponen cultos.

Como aquel personaje de Sartre en El Muro, que estudió el diccionario de memoria, para ser considerado culto. Cuando repreguntaron por Napoleón respondió: A la N todavía no he llegado.

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