Wednesday, April 27, 2011

REFLEXIÓN SOBRE LA VICEPRESIDENCIA

Casi todos los gobiernos relativamente democráticos del Cono Sur, participan de iguales o parecidas pautas culturales y políticas.

“Relativamente” democráticos, oscilan entre el cumplimiento rutinario de las normas constitucionales y el ejercicio del poder desarrollado por un hombre, un partido político, o una agrupación con particulares tendencias económicas, organizada, integrada o no. De manera que existen formas variadas de entender y cumplir las normas democráticas.

Las circunstancias llevan a concluir seriamente, que nadie sabe realmente que es la democracia.

Existen puntos comunes entre los gobiernos que se suponen democráticos:

Llevan a cabo elecciones presuntamente libres, condicionadas por la mayor o menor cantidad de recursos materiales y humanos con que cuenta cada agrupación política.

Excluyo la hipótesis de fraude, para llevar claridad a este análisis pretenciosamente académico.

La voluntad política se expresa merced a los recursos legítimos o ilegítimos que maneja cada agrupación política. Recursos propios o ajenos, provistos por “simpatizantes”, que algún interés tienen en el tema.

Los procesos electorales nacionales (en nuestro país) o en países de la región, con iguales limitaciones, tienen por esa razón, características formales y esencial similares.

La coincidencia más común, suele ser que, una vez elegidas las autoridades principales (presidente y vicepresidente) se inicie entre ambos, un enfrentamiento despiadado, que incorpora una condición perversa y disociadora de la política del país, con lamentable resultados para toda la comunidad.

El enfrentamiento, vicepresidente versus presidente, se origina la más de las veces por intereses personales, ambición, frustración personal, limitaciones intelectuales, irresponsabilidad, sometimiento a presiones espurias de grupos o personas que procuran generar situaciones caóticas, con el objeto de sacar alguna ventaja o canonjía, despreocupándose de los intereses de la comunidad.

Generalmente, las posiciones de ambos (contendientes) irrespetuosamente podemos definirlos así., suelen estar abonadas con declaraciones altisonantes, cargadas de buenas intenciones poco creíbles, publicitadas con entusiasmo por los medios de comunicación masiva, más interesados en incentivar el conflicto, que en informar inteligentemente a los lectores.

La actitud del periodismo (vamos a llamarlo de alguna manera) deteriora el interés y la confianza de la comunidad en relación con el gobierno y medios, por el aporte desenfadado al caos. Genera además un real escepticismo sobre la rectada hipótesis de la “democracia”

LA CORRUPCIÓN.

El Ministerio Público inicia una investigación sobre abusos en la Junta Superior de Justicia Electoral.

Ocurre que legisladores y ex legisladores manejan cuotas de personal de la Junta, para uso privado.

La mayor parte de esos funcionarios (Su número supera los 17.000, no hacen nada. Muchos de ellos tampoco acuden al lugar de trabajo, aunque sea para hacer acto de presencia.

El desorden moral alimentado por esos funcionarios, es introducido por legisladores. Senadores y diputados en su mayor parte.

Se genera la ilusoria esperanza que algún parlamentario, no incluido en este inmoral operativo, agresor de las instituciones y malversador de los recursos de la Nación, proponga una investigación destinada a rastrear el comienzo, el desarrollo y el alcance de esta asociación para delinquir, integrada por parte de los legisladores.

Nada de eso. Al contrario, algunos audaces, con menos calidad moral que algunos muchachos que esperan su reivindicación social en Tacumbú, se esfuerzan por enviar a los fiscales investigadores al Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados.

De imponerse una medición en el Parlamento, destinada a medir el grado de irresponsabilidad e inclinación hacia el delito de los legisladores, puede declararse una competencia digna de figurar en el Guiness. Será un final cabeza a cabeza.

Es tan insólito el tema, el lugar y desvergonzada la metodología operativa, que generaría un irresistible sentido del humor, si no fuera que contribuye al desaliento y el dolor cívico de los ciudadanos que todavía conservan respeto por las instituciones.

El Ministerio Público hace lo correcto. Los fiscales no se asustan por las amenazas. Su conducta es objetiva, como se muestra en los medios, a pesar de que se esfuerzan por restarle importancia o silencian parcialmente su actividad.

Pretenden ignorar este ejemplo ( la conducta del Ministerio Público) que sirve a la formación institucional de los integrantes de la comunidad.

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