LA CATARSIS
Una
temblorosa inquietud, mezclada con alguna angustia debe haber recorrido el
salón donde se celebraba el almuerzo de la Cámara de Comercio Paraguayo
Americana, cuando el entonces presidente, el señor Franklyn Kennedy propuso,
con justificado énfasis que “debemos dejar de robar por noventa días”.
Algunos
de los presentes habrán hecho un rápido cálculo para saber cual sería su
deterioro financiero, en el caso de acceder a la heroica propuesta del señor Kénnedy. Otros se
habrán preguntado como incorporase plenamente al sistema para obtener mejores
réditos por su tarea empresaria y, seguramente, mas de uno tendrá en sus planes consultar confidencialmente
al presidente de la Cámara, cual sería a su juicio, la mejor metodología para
recuperar las pérdidas, ocasionada por la veda de los noventa días.
El
señor Kénnedy no será condenado por falta de sinceridad. En todo caso si por su
originalidad. Nunca se debe haber escuchado un proyecto económico nacional tan
preciso.
El
país debe pensar que finalmente apareció el líder carismático esperado, luego
de la trágica desaparición del Mariscal Lopez a manos de los brasileños, y a
ese pensamiento se incorporará la sorpresa, porque no se trata de un militar,
tampoco de un político, sino de un importante importador de bebidas alcohólicas
y otras cosas que no puedo detallar por razones de espacio.
Supongo
que la expresión del señor Kennedy no se refiere a los eficientes ladrones que
robaron en tres minutos mas de 240 millones de guaraníes en el banco Amambay,
sino a una conspiración de mayor nivel, tal vez mas académica, que con
perseverancia, ingenio y cierta desaprensión despoja sistemáticamente a los
paraguayos.
Parecería que la expresión del presidente
de la cámara ha quedado inconclusa. Para incrementar el conocimiento popular
del delito debió abundar en mayores precisiones. Es decir, faltó mencionar
métodos, nombres y apellidos, áreas de trabajo, valores acumulados probables y
efectos sobre el patrimonio de la comunidad, avanzando impertérrito sobre el fastidio
de los contertulios que pudieran sentirse aludidos por el cruel mensaje, que
agrede la próspera rutina de los esforzados empresarios, cuando circulan sus
recursos financieros por fuera y no por dentro de sus empresas.
El
señor Kénnedy ha propuesto una declaración de guerra contra el delito. Por
suerte para muchos, por un plazo limitado de noventa días, lo cual no es mucho
ni es poco. La introducción en el vicio no se mide por el tiempo, sino por la
oportunidad. De pronto la toma de conciencia, aunque improbable, puede generar una sucesión incontrolada
de suicidios.
¿O
no?
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