Wednesday, May 14, 2014


 LA CATARSIS

Una temblorosa inquietud, mezclada con alguna angustia debe haber recorrido el salón donde se celebraba el almuerzo de la Cámara de Comercio Paraguayo Americana, cuando el entonces presidente, el señor Franklyn Kennedy propuso, con justificado énfasis que “debemos dejar de robar por noventa días”.
Algunos de los presentes habrán hecho un rápido cálculo para saber cual sería su deterioro financiero, en el caso de acceder a la heroica  propuesta del señor Kénnedy. Otros se habrán preguntado como incorporase plenamente al sistema para obtener mejores réditos por su tarea empresaria y, seguramente, mas de uno tendrá en  sus planes consultar confidencialmente al presidente de la Cámara, cual sería a su juicio, la mejor metodología para recuperar las pérdidas, ocasionada por la veda de los noventa días.
El señor Kénnedy no será condenado por falta de sinceridad. En todo caso si por su originalidad. Nunca se debe haber escuchado un proyecto económico nacional tan preciso.
El país debe pensar que finalmente apareció el líder carismático esperado, luego de la trágica desaparición del Mariscal Lopez a manos de los brasileños, y a ese pensamiento se incorporará la sorpresa, porque no se trata de un militar, tampoco de un político, sino de un importante importador de bebidas alcohólicas y otras cosas que no puedo detallar por razones de espacio.
Supongo que la expresión del señor Kennedy no se refiere a los eficientes ladrones que robaron en tres minutos mas de 240 millones de guaraníes en el banco Amambay, sino a una conspiración de mayor nivel, tal vez mas académica, que con perseverancia, ingenio y cierta desaprensión despoja sistemáticamente a los paraguayos.
Parecería que la expresión del presidente de la cámara ha quedado inconclusa. Para incrementar el conocimiento popular del delito debió abundar en mayores precisiones. Es decir, faltó mencionar métodos, nombres y apellidos, áreas de trabajo, valores acumulados probables y efectos sobre el patrimonio de la comunidad, avanzando impertérrito sobre el fastidio de los contertulios que pudieran sentirse aludidos por el cruel mensaje, que agrede la próspera rutina de los esforzados empresarios, cuando circulan sus recursos financieros por fuera y no por dentro de sus empresas.
El señor Kénnedy ha propuesto una declaración de guerra contra el delito. Por suerte para muchos, por un plazo limitado de noventa días, lo cual no es mucho ni es poco. La introducción en el vicio no se mide por el tiempo, sino por la oportunidad. De pronto la toma de conciencia, aunque improbable,  puede generar una sucesión incontrolada de suicidios.
¿O no?
          

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