Monday, February 18, 2008

CARACTEROLOGÍA

Suele confundirse el carácter con el mal carácter. Son cosas diferentes. Tener carácter implica seguridad en sí mismo, libertad de acción, capacidad negociadora, serenidad en las negociaciones políticas, apertura intelectual y rechazo al dogmatismo, cuando este no se basa en principios fundamentales.
Tener mal carácter, en cambio, significa defenderse de la falta de carácter. El mal carácter constituye una expresión de debilidad, define una personalidad caprichosa y no negociadora, carece de amplitud de visión, se refugia en los amigos o cómplices y pierde de vista la necesaria claridad conceptual para enfrentar los hechos fundamentales de la vida propia o ajena.
La persona de mal carácter apela al sofisma, trata de ignorar la esencia de los problemas, renuncia al diálogo por inseguridad y transita por la superficie de las cosas por falta de soberanía y audacia para profundizar en la mecánica profunda de los hechos.
Tener carácter implica responsabilidad y prudencia, respeto por los conciudadanos, no poner en riesgo innecesariamente la paz y la seguridad pública, por la confusa necesidad de afirmar una personalidad ambigua, asociada a actitudes rígidas por falta de libertad para cambiar cuando se advierten los propios errores.
La confianza en si mismo de un hombre de carácter, le permite aceptar sin dudas ni complejos, como dijo uno de esos griegos famosos del siglo IV antes de Cristo, “que los animales saben, los hombres saben que saben, y los hombres sabios saben que no saben”.
Tener carácter significa asumir las dudas con inteligencia y prudencia, conducta superlativamente importante cuando se ejerce alguna suerte de poder, porque los actos adquieren entonces una dimensión que escapa a las limitaciones domésticas.
Tener carácter es amar la propia personalidad y las personalidades ajenas, sin dogmatismos ni exclusiones caprichosas, y no necesita del mal gesto, ni de la violencia, ni de la huidiza retórica formal a la cual se apela para evadir respuestas claras e inteligentes.
La falta de carácter, transformada en mal carácter, resulta relativamente trascendente cuando la padece el plomero o el electricista, pero puede resultar catastrófica y de imprevisibles consecuencias cuando define la conducta de quien tiene responsabilidades mayores.
La trascendencia de los actos gobernados por el mal carácter y una cierta debilidad de la personalidad, se traduce en actitudes innecesariamente rígidas que afectan a toda la comunidad y derivan en situaciones sin retorno posible.
Pienso que conviene reflexionar sobre este hecho.

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