Wednesday, February 20, 2008

LA EMPRESA DEL ESTADO (I)

Frente a los comentarios, declaraciones y denuncias de quienes se oponen a las privatizaciones con o sin argumentos razonables, se me ocurren algunas reflexiones
Si hiciéramos un viaje en el túnel del tiempo y desembarcáramos en la Francia de Luis XIV, pensaríamos que el estado dejó de funcionar o funciona muy mal. No hay agua corriente, las calles carecen de pavimento, no hay escuelas públicas, hospitales, justicia, amparo para los niños o los viejos, etc. Sin embargo cometeríamos un error.
El estado francés existía para servir al soberano, que no era entonces precisamente el pueblo, sino Luis XIV. La eficiencia de la actividad del estado debía medirse en Versalles. El agua corría por las fuentes, los jardines estaban impecables, las sabanas de la cama del rey limpias, los salones calefaccionados, los carruajes lustrados. El estado funcionaba mal si se quemaba el almuerzo real, si los arcabuceros y mosqueteros no cumplían las ordenes y no aceitan sus armas. Porque el estado no servía para generar salud, educación y bienestar al pueblo, sino para servir al rey y su corte.
Cometemos el mismo error cuando analizamos nuestras empresas del estado. Las empresas del estado funcionan a la perfección. Como Versalles.
Porque en realidad su función no consiste en proveer agua, electricidad, transporte, educación y salud. Sirven para otra cosa, funcionan mal cuando la compañía de teléfonos no pone los aparatos que reclama el ministro, o se niegue a darle pasajes para Europa al diputado.
Todavía se piensa que la empresa del estado no cumple su finalidad porque es del estado, sin advertir que el mundo aprendió hace tiempo, que hay que separar la propiedad, del manejo de la empresa. Lo importante es la forma en que se las administra y como se realiza el nombramiento de los funcionarios.
Los operadores políticos que no alcanzaron a entrar en la lista de diputados o senadores, llegaron tarde a la designación en un ministerio, encontraron cubiertas las plazas de las embajadas y no tienen ninguna empresa o les falta astucia para venderle cosas al estado, son designados en la administración de las empresas del estado. Durante el gobierno colorado se designan funcionarios colorados, en los gobiernos liberales funcionarios liberales. Frente a las dificultades generales, porque la plata se acaba, la competencia es más dura, competitiva y feroz.
El problema consiste en que los objetivos del administrador no se compadecen con los objetivos de la empresa. El operador político designado debe derramar bienestar sobre los puntos que lo acompañaron en la lucha partidaria, debe solucionar los problemas coyunturales de los bolsillo de los caudillos, “aprovecha gaviota, que no te verás en otra”, como dice el refrán popular, o cumplir cualquier otro propósito, invariablemente reñido con la buena administración. Tendrá que alimentar una relativa, grande o pequeña cuota de corrupción, para no defraudar a los amigos que le dieron manija en la interna. Debe pensar en la familia y el futuro. No ha sido designado para producir electricidad, pavimentos, agua potable, comunicaciones, salud o educación. Eso es otro tema.
Existe entonces un curioso paralelo entre las empresas del estado de hoy y la Francia de Luis XIV. Por eso conviene parar el macaneo.

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