Monday, February 18, 2008

EL COLOR DEL CRISTAL

Existe la vieja convicción de que las opiniones se forman según el color del cristal a través del cual se mira la realidad. Como todos los lugares comunes, esto puede ser cierto como equivocado.
Depende de que el cristal este limpio o sucio, este empañado o tenga algún desperfecto físico. Después de verificar estas posibles anormalidades, puede ocurrir que se mire a través el cristal y no se vea nada, lo que significa que no se entiende nada.
Este es el caso. El problema es amplio y complejo.
No todos los que compran el diario lo leen. La radio suele escucharse fragmentariamente en los cortos viajes en auto por la ciudad y la televisión, a la cual la gente le dedica mas tiempo, carece de la posibilidad de explicar lo que pasa, porque los problemas y las ideas difícilmente tienen una representación gráfica. Se puede mostrar la imagen de un campesino pobre, pero no se puede mostrar la imagen del problema para saber porque ocurre y como resolverlo.
La gente en general no lee libros, y la información telegráfica y deformada que trasmiten los comunicadores, se erosiona mas aún como consecuencia de la falta de formación intelectual de esos comunicadores. La posibilidad de que la gente acceda verdaderamente al conocimiento de lo que ocurre es una mera fantasía.
En el mejor de los casos, quien compra un diario lee solamente los títulos, sin advertir que en la mayor parte de los casos existe un divorcio, sutil o absoluto, entre ese título y el texto del artículo que lo continúa.
Esta condición de la ignorancia, de la desinformación o de la sub información como dicen los sociólogos, se relaciona con el hecho de que cualquier macaneador populista limite sus discursos a enunciados telegráficos, grandilocuentes y llamativos, porque nadie tiene la oportunidad de pedirle explicaciones, con el objeto de trasladar su inquietud, de un interés emocional a un conocimiento inteligente.
Esta condición de la vida política y periodística necesariamente se funda en la distorsión de la realidad, muchas veces en la mentira, en un balbuceo retórico o en el mejor de los casos en una ignorancia inocente, con consecuencias no inocentes, porque agreden las condiciones básicas de lo que debe ser la comunicación en una comunidad civilizada.
Muchos suponen que es indispensable introducir la informática para sacar a los jóvenes y no jóvenes de la ignorancia. Tengo serias dudas de que sea cierto. La cibernética, la televisión y aun la radio o algún sector del periodismo escrito constituyen solo instrumentos.
Su orientación intelectual puede ser la que escuché de un viejo jefe de redacción. Dijo: “Ya saben cual es la norma de este diario. Haz mal sin mirar a quien. Es necesario vender ejemplares, de cualquier manera, para aumentar la publicidad.”

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